El
edificio dispone de un único gran espacio vacío, casi
una nave industrial, con las instalaciones e infraestructuras adecuadas
para ser transformado en cada nueva feria, exposición, performance
(o fiesta), como un enorme edificio teatral. Sin embargo, si se explora
con algo más de cautela, se descubre que este espacio tiene la
virtud de disgregarse, ampliarse (y colonizar el exterior) o reducirse
(y fragmentarse) a voluntad.
Esta
disgregación construye una serie de volúmenes que suavizan
el encuentro del edificio con el entorno más inmediato: el pequeño
parque lateral cobra la suficiente importancia como para invadir el
propio edificio y provocar distintos accesos (y por tanto recorridos)
en sus cesuras. El cambio de altura de estos volúmenes consigue
una mejor adecuación a la escala humana del paseo-jardín-acceso
y provoca en el interior que el espacio expositivo tenga lecturas más
ricas y versátiles: gran nave excéntrica, longitudinal,
iluminada y continua, con exedras laterales a otra escala, o bien espacios
expositivos más pequeños, independientes, segregables,
con entradas posibles desde el exterior, para permitir diversas exposiciones
simultáneas...
La
espacialidad y las texturas (a todas las escalas, a cada escala2) terminan
por construir en este espacio, único y vacío, un conjunto
de microespacios, casi plazas interiores, marcadas por las calles que
llegan desde el parque, que ordenan este gran volumen, le aportan un
ritmo más humano y conforman una versátil sectorización
operativa del pabellón.
En
el interior, la crujía frontal se construye dotándose
como un muro técnico. Allí se sitúan los aseos
para el público, una pequeña taquilla o control de acceso,
la cabina de proyecciones y gestión informática de información,
luces, etc. A los aseos podemos entrar desde el exterior o desde el
interior del edificio, a través de un vestíbulo cubierto
que permite este doble acceso.
La
fachada principal es, pues, la lateral frente al parque (del que incluso
se propone una reforma ambiental y de texturas), abriéndose a
éste y conectándose con él, entrando la zona ajardinada
en el edificio y viceversa, haciendo más amables las entradas
al edificio y las vistas desde éste.
El
borde adosado al actual campo de fútbol se prevé como
una fachada fácilmente desmontable, de paneles ligeros de hormigón,
para asumir posibles ampliaciones del edificio o conexiones con éste
desde las futuras edificaciones o espacios públicos asumidas
por la parcela colindante.